Sentir que cada parte de ti es suya, sentir que todo él es lo único que necesitas para caminar en esto que vivimos y a lo que llamamos vida.
Sentir que su ausencia te entristece, que no te hace bien. Sentir que le necesitas para respirar, para sonreír.
Cerrar los ojos y pensar en cada momento junto a él, ninguno malo, todos geniales. Abrir los ojos enturbiados, llenos de lágrimas. Sentir que tus pupilas cada vez se hacen más pequeñas y el iris de tus ojos cada vez se convierte en un azul más cristalino. Volver a cerrar los ojos y sentir la primera lágrima correr por tu mejilla, abrir los ojos para abrazarle... y darte cuenta de que aún es pronto para el día tan esperado. Rendirte una vez más al tiempo y esperar con ansia el día que él volverá, ``son apenas 2 días´´ te repites una y otra vez, pero se te antoja demasiado y no eres capaz de calmar tu llanto.
Respiras, coges fuerza, pero... sientes que no es suficiente.
Te tumbas en la cama para coger fuerzas pero sientes un gran vacío en una cama tan pequeña como lo es una de 90cm... Él no está para acariciarte, besarte en la frente, apartarte el pelo, abrazarte, sonreírte, mimarte... Te das media vuelta, respiras hondo y duermes abatida por las lágrimas y el cansancio que ellas provocan. No es fácil y lo sabes, pero solo debes esperar un poquito más.
Mientras duermes piensas que lo mejor que te ha pasado en la vida está a 72km de ti, pero lo más importante es que te quiere como jamás te ha querido nadie y eso, eso, nadie puede quitártelo, quitárselo, quitároslo.