Cuando hablamos de querer, demostrar y decir, nunca nunca nunca es suficiente hasta que la otra persona y la propia que lo ha dicho lo comprueban por sí mismas.
Decir, lo haré por ti, por mí, por nosotros, no sirve de nada si no lo haces o si al hacerlo lo haces sin quererlo de verdad.
Decir, no lo haré, suena demasiado fácil como para dejar pasar algo que puede llegar a ser lo más increíble que te ha pasado en la vida.
Decir, lo voy a hacer por ti, porque creo que es lo que mejor me define como persona significa que lo estás haciendo porque realmente lo sientes, porque quieres y porque al hacerlo te sientes orgullosa de ser la persona que eres, de haberte convertido en lo que eres habiendo pasado por miles de situaciones y habiendo aprendido de cada una de ellas. Caerse es muy fácil, levantarte puede que también, pero seguir tu camino sin mirar atrás ya no lo es tanto.
Un día nos levantamos y tomamos la decisión de hacer solo lo que realmente nos nace de dentro, lo que realmente sentimos, lo que queremos y lo que pensamos que es lo mejor para nosotros (siendo los más egoístas en ese momento), pero, pasa el tiempo y cuando te ves en una decisión de este tipo sientes que una vez más la batalla está perdida porque no sabes qué elegir, qué será lo mejor para ti, para los demás. Decides que vas a hacer lo que siempre has hecho a pesar de que te habías dicho (y no prometido) a ti misma que nunca más lo ibas a hacer. Lo haces, pero solamente una cuarta parte de la cuarta parte de la mitad del todo entiende lo que haces, el por qué lo haces y el por qué no. Ellos te apoyan sea lo que sea que hagas, lo que no hagas o lo que no sepas qué hacer.
Un día descubres que a tu lado está una de las personas más maravillosas del mundo, y, aunque ya lo sabías, jamás te habías parado a pensar lo que esa persona guardaba en su interior, si quería como tú o si no, si sentía de verdad o si eras tú la que lo veías. No sabías muchas cosas de las que su interior albergaba, pero te daba igual, tú querías descubrir cada rincón, cada metro, centímetro y milímetro de él, de su interior, de su exterior, de él.
Sientes que con él el mundo adquiere otro sentido, significado y movimiento. Sólo con él, el movimiento de rotación se convierte en el movimiento que tu corazón experimenta al verle y el de traslación es el suyo al verte a ti. Dos almas perdidas en el mundo que al girar alrededor de sí mismas encuentran el sentido de lo que realmente es el amor.
Le quiere. La quiere. Se quieren.
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